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lunes, 5 de junio de 2017

Viaja Al Pasado y Transmuta El Presente



Al hombre le interesa lo real, como tal, aunque no sea deseable. Al niño le importa lo deseable, como tal, aunque no sea real.
Armando Montiel  


¿Puedes recordar como eras en tu infancia? Cuando tratas de pensar en ese niñ@ que fuiste una vez ¿Qué sientes? La niñez es una de las etapas más maravillosas, es la inocencia por excelencia, es ese momento de nuestras vidas que estábamos liberados de la necesidad de juzgar, vivíamos el momento presente, sin importar el pasado, sin preocuparnos por el futuro.

Es la época por excelencia donde parece que el significado de la palabra magia contiene toda su definición sin siquiera reconocerlo, porque somos parte de la magia, es un tiempo dónde somos capaces de sorprendernos de todo, ya que no calificamos las cosas como buenas o malas, también es el tiempo en que utilizamos uno de los regalos más sagrados y de origen divino “La imaginación”

Es una etapa sagrada, pero son en esos primeros siete años que somos más fértiles y vulnerables; y todo lo que nos digan y lo que nos hagan queda marcado, acompañándonos por el camino de nuestras vidas.

Al crecer todo esto fue modificándose, y ese brillo natural en nuestros ojos cambió, llevamos con nosotros todo lo bueno y lo malo que sucedió en la niñez y son las características más representativas en nuestra vida adulta. Estar conscientes de nuestras emociones es dominio personal y si hay una emoción negativa que se presenta una y otra vez, casi con seguridad tiene su origen en la infancia. Tal vez  tengamos miedo asomarnos a esa etapa tan frágil y bella, pero resolver las cosas desde la raíz es más efectivo que arrastrar con un problema que yace en el subconsciente y que provoca que alimentemos nuestras debilidades siempre.



Es en el juego y sólo en el juego que el niño o el adulto como individuos son capaces de ser creativos y de usar el total de su personalidad, y sólo al ser creativo el individuo se descubre a sí mismo.
Donald Winnicott




Desde que crecimos nos tomamos la vida demasiado en serio, pocas veces nos divertimos al 100%, ya nada nos sorprende, ya que damos todo por un hecho, nos cuesta más apreciar los pequeños detalles donde está la grandeza de las cosas. Basta mirar a los niños jugar para reconocer esa inocencia de antaño, mirar los niños reír para sintonizar con la vibración que descuidamos.

Nunca debes decir a un niño que sus sueños son tonterías, porque pocas cosas son tan humillantes y sería una tragedia si lo creyese porque le estarías quitando la esperanza.
Shakespeare.

Parece que nos amoldaron a un estilo de vida que no encajamos, nuestros padres, maestros, y todo adulto que intervino en nuestra infancia influenciaron en este sentido. También a ellos hay que perdonarlos, también pasaron por lo mismo, por eso no hay que cargar con rencores, y reconocer que tenemos el poder de sanarnos, contactar con aquel niñ@ que fuimos y decirle acá estoy, vengo a por ti.   

Y dijo: De cierto os digo, que, si no os convirtiéreis, y fuereis como niños, no entraréis en el Reino de los cielos.
Mateo 18: 3

Procedimientos:
·       
  Aprendamos a tener contacto con nuestro niño interior, juega, ríe, y no temas, no te avergüences de ello, que esto te ira sanando.
·         
     Haz una meditación regresiva, viaja a tu interior y encuentra el niño que vive en ti, trasmitele todo el amor posible, cuídalo de sus miedos, entrégale confianza, y pídale perdón por olvidarle, recuerda: Es tu esencia genuina. Tomate un tiempo para contactar con esa infancia, relaja todo tu cuerpo, y concéntrate en tu respiración, sosiega tus pensamientos, cuando sientas calma, visualizate en tu infancia, háblale, y entrégale toda tu protección.
·        
     Ten un símbolo que representen tus años de infancia, si tienes un juguete de aquellos años mejor.

Decretos:

Yo soy la inocencia, yo soy la imaginación pura, siempre estoy en contacto con mi niñ@ interior.      

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